Nilsa Gulfo
Fotos: Armando Sánchez
Júpiter fue el encargado de coquetear esa noche. La época se prestaba para que el planeta más grande del Sistema Solar se mostrara en forma. Y, no para variar, este gigante se hizo acompañar por dos de sus satélites y por una infinidad de estrellas que le bordearon durante la noche. Eso fue parte de lo que se vio desde uno de los cuatro grandes telescopios que posee el Centro de Investigaciones Astronómicas “Francisco J. Duarte” (CIDA), ubicado en pleno páramo merideño.
Júpiter como parte de nuestra galaxia se convierte en un punto de esa gran franja blanca que durante las noches se ve atravesando el cielo de lado a lado y que los romanos, hace siglos, llamaron camino de leche. Es esa Vía Láctea la que le quita el sueño a los astrónomos y la que deslumbra a los visitantes.
Fundado en 1975, este observatorio tiene en su haber un abanico de posibilidades para quienes lo escogen como destino turístico. El afortunado visitante no sólo tiene la posibilidad de encontrarse con el maravilloso mundo de la astronomía, sino que es un espectador natural, cuando la nubosidad lo permite, de un hermoso cielo estrellado.
Ubicación privilegiada
El municipio Rangel es el asiento de este Observatorio Nacional, llamado también de Llano El Hato, precisamente por su vinculación con la población que lleva el mismo nombre. Su cercanía con la ciudad de Mérida y con otros atractivos, como la Laguna de Mucubají y Pico El Águila, lo convierten en sitio casi obligado para una la travesía turística por el páramo.
No obstante hay que tomar ciertas medidas cuando se toma la decisión de ir al contacto con las estrellas. El hecho de estar ubicado a una altura de 3 mil 600 metros sobre el nivel del mar hace del observatorio un lugar bastante frío. Allí la temperatura media, durante el día, es de 15 grados, pero en la noche puede bajar hasta los dos grados centígrados.
El acceso al sitio puede hacerse bien sea por la vía que conduce a la población de Apartaderos o por la vía de la Toma-Mitivibó-Llano El Hato.
Aventura vs conocimiento
Cuando el presidente del CIDA, Eloy Sira Galíndez, habla de las bondades de este centro de investigaciones asegura que ha visto como los visitantes caen rendidos ante el espectáculo.” La persona viene por un atractivo turístico y se convierte en una aventura del conocimiento. El visitante de repente es atrapado por lo que ve, especialmente cuando observa los planetas junto a ese cúmulo de estrellas”.
A estas alturas, después de más de 30 años de fundado, este centro de conocimiento ha abierto las puertas para los aficionados y curiosos visitantes, también lo ha hecho con escuelas, liceos, fundaciones y todas las instituciones, amén de las investigaciones que son la razón primordial de la existencia de este espacio científico.
Para la máxima autoridad del CIDA, de entrada, los que se acercan a esta imponente estructura, se topan de frente con un museo que da cuenta, a través de un recorrido, de lo pequeños que somos frente a ese infinito universo. Este museo, a través de una narración, explica las características de las galaxias, ubicación de los planetas y en general todo lo que refiere nuestro universo.
Después de este abreboca, sólo queda la observación. Una excursión a las cúpulas muestra a los visitantes los cuatro telescopios donde se realizan las investigaciones. Un especial alto se hace en el telescopio Refractor, donde se cumple el sueño de observar los planetas y otros cuerpos celestes.
Un poco de historia
En 1950 el doctor Eduardo Röhl tuvo un importante encargo como director del Observatorio Cagigal. El gobierno del General Marcos Pérez Jiménez tenía dentro de sus planes instalar un observatorio astronómico en alguna parte del país y lo comisionó para que, en Alemania, adquiriera los equipos para tal fin.
La firma del contrato en 1954 vino acompañada de varios hechos que paralizaron el proyecto. Los cambios políticos y la muerte del doctor Röhl fueron las causas fundamentales.
Fue en 1960 cuando el físico y matemático Francisco José Duarte revivió el ambicioso proyecto, pero no para Caracas como estaba establecido, sino para otro sitio del país. Pasaron dos años para que científicos nacionales y extranjeros encontraran el lugar idóneo para el observatorio, que mediría sus cualidades con los más importantes del mundo.
La mejor opción vino entonces desde Mérida. Fue la Universidad de Los Andes (ULA) la que ofreció realizar un estudio de resistencia al suelo y subsuelo en varias partes del estado. Se eligió una colina, que se encontraba de frente con el pueblo de Llano El Hato, para instalar el centro astronómico. El terreno fue adquirido por esta universidad.
El reto entonces era trasladar más de 200 toneladas de hierro, en forma de vigas curvas, además de otros materiales, hacia el sitio. Para ello se contrataron gandolas de otras partes del país, las cuales desafiaron las condiciones climáticas y la empinada vía para llevar la valiosa carga a su destino.
Observación para todos los gustos
El Centro de Investigaciones Astronómicas tiene cuatro telescopios, que según la información destacada en la página Web de este organismo, se miden con los más potentes del mundo. En su totalidad de fabricación alemana cada uno cumple una función distinta. Veamos:
Telescopio Schmidt: tiene la cuarta cámara más grande del mundo. Este instrumento es idóneo para proyectos que involucren la búsqueda de objetos específicos sobre extensas áreas en el cielo. En una noche este telescopio puede escudriñar el uno por ciento de la totalidad del cielo.
Telescopio Refractor : es uno de los más grandes del mundo, con un peso de más de 10 toneladas, es empleado para precisar las posiciones de los astros sobre la bóveda celeste.
Telescopio Reflector: En su rastreo del cielo, este telescopio utiliza espejos de precisión y de lentes correctivos. El trabajo de ambos consiste en fijar la luz de los astros y ampliar su imagen. Con este instrumento se obtienen en segundos imágenes que, con técnicas fotográficas tradicionales, tardarían horas de exposición.
Telescopio Astrógrafo Doble: a casi medio siglo de su fabricación, fue en este año cuando se puso en funcionamiento. Como su nombre lo indica este aparato consta de dos telescopios montados en paralelo. Su función primordial es fotografiar grandes porciones de cielo y, sobre todo, captar ubicaciones de cuerpos celestes.
Con estos cuatro telescopios el CIDA ha ganado terreno como uno de los centros más importantes de investigaciones astronómicas del mundo. No por casualidad en estos momentos están en la mira de grandes investigadores por haber observado el grupo de estrellas más jóvenes de la galaxia, según lo confirmó el propio presidente del centro, Eloy Sira.
Museo con vista al espacio
Es la primera parada. Uno de los once guías que están en el CIDA se encarga de animar a los asistentes a ver, en cada uno de los pequeños cubículos, una escena que remita a lo que podemos encontrar en el infinito espacio. Una narración grabada va contando cada una de estas escenas y enseña a los observadores sobre la composición de las galaxias y de cuanto tardaríamos, en años luz, si llegáramos a cada una de ellas, cuestión que en estos momentos resultaría imposible.
Leonardo Sorondo es uno de esos funcionarios y ha sido testigo de lo impresionados que quedan los visitantes cuando entran al museo. Asegura que este espacio igualmente está hecho para que el público en general tenga conocimiento de lo que se está haciendo en el centro. En general asegura que el variado perfil de quien llega, pues están los que no saben que el sol es una estrella, hasta los fanáticos del mundo espacial.
Como información complementaria explicó que el CIDA está abierto todos los días a partir de las dos de la tarde y las visitas se extienden hasta la medianoche.