viernes, 18 de enero de 2008

Para Mirar las Estrellas




La diversión es nocturna en el Centro de Investigaciones Astronómicas de Mérida. Quienes deseen ver el cielo y todo su esplendor, sólo tienen que ir bien abrigados y con ganas de disfrutar


Nilsa Gulfo
Fotos: Armando Sánchez


Júpiter fue el encargado de coquetear esa noche. La época se prestaba para que el planeta más grande del Sistema Solar se mostrara en forma. Y, no para variar, este gigante se hizo acompañar por dos de sus satélites y por una infinidad de estrellas que le bordearon durante la noche. Eso fue parte de lo que se vio desde uno de los cuatro grandes telescopios que posee el Centro de Investigaciones Astronómicas “Francisco J. Duarte” (CIDA), ubicado en pleno páramo merideño.
Júpiter como parte de nuestra galaxia se convierte en un punto de esa gran franja blanca que durante las noches se ve atravesando el cielo de lado a lado y que los romanos, hace siglos, llamaron camino de leche. Es esa Vía Láctea la que le quita el sueño a los astrónomos y la que deslumbra a los visitantes.
Fundado en 1975, este observatorio tiene en su haber un abanico de posibilidades para quienes lo escogen como destino turístico. El afortunado visitante no sólo tiene la posibilidad de encontrarse con el maravilloso mundo de la astronomía, sino que es un espectador natural, cuando la nubosidad lo permite, de un hermoso cielo estrellado.

Ubicación privilegiada

El municipio Rangel es el asiento de este Observatorio Nacional, llamado también de Llano El Hato, precisamente por su vinculación con la población que lleva el mismo nombre. Su cercanía con la ciudad de Mérida y con otros atractivos, como la Laguna de Mucubají y Pico El Águila, lo convierten en sitio casi obligado para una la travesía turística por el páramo.
No obstante hay que tomar ciertas medidas cuando se toma la decisión de ir al contacto con las estrellas. El hecho de estar ubicado a una altura de 3 mil 600 metros sobre el nivel del mar hace del observatorio un lugar bastante frío. Allí la temperatura media, durante el día, es de 15 grados, pero en la noche puede bajar hasta los dos grados centígrados.
El acceso al sitio puede hacerse bien sea por la vía que conduce a la población de Apartaderos o por la vía de la Toma-Mitivibó-Llano El Hato.

Aventura vs conocimiento

Cuando el presidente del CIDA, Eloy Sira Galíndez, habla de las bondades de este centro de investigaciones asegura que ha visto como los visitantes caen rendidos ante el espectáculo.” La persona viene por un atractivo turístico y se convierte en una aventura del conocimiento. El visitante de repente es atrapado por lo que ve, especialmente cuando observa los planetas junto a ese cúmulo de estrellas”.
A estas alturas, después de más de 30 años de fundado, este centro de conocimiento ha abierto las puertas para los aficionados y curiosos visitantes, también lo ha hecho con escuelas, liceos, fundaciones y todas las instituciones, amén de las investigaciones que son la razón primordial de la existencia de este espacio científico.
Para la máxima autoridad del CIDA, de entrada, los que se acercan a esta imponente estructura, se topan de frente con un museo que da cuenta, a través de un recorrido, de lo pequeños que somos frente a ese infinito universo. Este museo, a través de una narración, explica las características de las galaxias, ubicación de los planetas y en general todo lo que refiere nuestro universo.
Después de este abreboca, sólo queda la observación. Una excursión a las cúpulas muestra a los visitantes los cuatro telescopios donde se realizan las investigaciones. Un especial alto se hace en el telescopio Refractor, donde se cumple el sueño de observar los planetas y otros cuerpos celestes.



Un poco de historia

En 1950 el doctor Eduardo Röhl tuvo un importante encargo como director del Observatorio Cagigal. El gobierno del General Marcos Pérez Jiménez tenía dentro de sus planes instalar un observatorio astronómico en alguna parte del país y lo comisionó para que, en Alemania, adquiriera los equipos para tal fin.
La firma del contrato en 1954 vino acompañada de varios hechos que paralizaron el proyecto. Los cambios políticos y la muerte del doctor Röhl fueron las causas fundamentales.
Fue en 1960 cuando el físico y matemático Francisco José Duarte revivió el ambicioso proyecto, pero no para Caracas como estaba establecido, sino para otro sitio del país. Pasaron dos años para que científicos nacionales y extranjeros encontraran el lugar idóneo para el observatorio, que mediría sus cualidades con los más importantes del mundo.
La mejor opción vino entonces desde Mérida. Fue la Universidad de Los Andes (ULA) la que ofreció realizar un estudio de resistencia al suelo y subsuelo en varias partes del estado. Se eligió una colina, que se encontraba de frente con el pueblo de Llano El Hato, para instalar el centro astronómico. El terreno fue adquirido por esta universidad.
El reto entonces era trasladar más de 200 toneladas de hierro, en forma de vigas curvas, además de otros materiales, hacia el sitio. Para ello se contrataron gandolas de otras partes del país, las cuales desafiaron las condiciones climáticas y la empinada vía para llevar la valiosa carga a su destino.


Observación para todos los gustos

El Centro de Investigaciones Astronómicas tiene cuatro telescopios, que según la información destacada en la página Web de este organismo, se miden con los más potentes del mundo. En su totalidad de fabricación alemana cada uno cumple una función distinta. Veamos:
Telescopio Schmidt: tiene la cuarta cámara más grande del mundo. Este instrumento es idóneo para proyectos que involucren la búsqueda de objetos específicos sobre extensas áreas en el cielo. En una noche este telescopio puede escudriñar el uno por ciento de la totalidad del cielo.
Telescopio Refractor : es uno de los más grandes del mundo, con un peso de más de 10 toneladas, es empleado para precisar las posiciones de los astros sobre la bóveda celeste.
Telescopio Reflector: En su rastreo del cielo, este telescopio utiliza espejos de precisión y de lentes correctivos. El trabajo de ambos consiste en fijar la luz de los astros y ampliar su imagen. Con este instrumento se obtienen en segundos imágenes que, con técnicas fotográficas tradicionales, tardarían horas de exposición.
Telescopio Astrógrafo Doble: a casi medio siglo de su fabricación, fue en este año cuando se puso en funcionamiento. Como su nombre lo indica este aparato consta de dos telescopios montados en paralelo. Su función primordial es fotografiar grandes porciones de cielo y, sobre todo, captar ubicaciones de cuerpos celestes.
Con estos cuatro telescopios el CIDA ha ganado terreno como uno de los centros más importantes de investigaciones astronómicas del mundo. No por casualidad en estos momentos están en la mira de grandes investigadores por haber observado el grupo de estrellas más jóvenes de la galaxia, según lo confirmó el propio presidente del centro, Eloy Sira.

Museo con vista al espacio

Es la primera parada. Uno de los once guías que están en el CIDA se encarga de animar a los asistentes a ver, en cada uno de los pequeños cubículos, una escena que remita a lo que podemos encontrar en el infinito espacio. Una narración grabada va contando cada una de estas escenas y enseña a los observadores sobre la composición de las galaxias y de cuanto tardaríamos, en años luz, si llegáramos a cada una de ellas, cuestión que en estos momentos resultaría imposible.
Leonardo Sorondo es uno de esos funcionarios y ha sido testigo de lo impresionados que quedan los visitantes cuando entran al museo. Asegura que este espacio igualmente está hecho para que el público en general tenga conocimiento de lo que se está haciendo en el centro. En general asegura que el variado perfil de quien llega, pues están los que no saben que el sol es una estrella, hasta los fanáticos del mundo espacial.
Como información complementaria explicó que el CIDA está abierto todos los días a partir de las dos de la tarde y las visitas se extienden hasta la medianoche.

Recetas del conocimiento popular





Farmacéutico es su profesión, y esa ha sido su licencia para empezar desde hace dos décadas, a estudiar las bondades que se encuentran en las plantas medicinales. Varios libros dan cuenta de esas investigaciones



Nilsa Gulfo
Foto: Armando Sánchez



Ricardo Gil está convencido que con eso del uso de las plantas medicinales no está “descubriendo el agua tibia”. Como conocedor del tema, desde hace casi dos décadas, sabe de sobra que las plantas con propiedades sanadoras, fueron las primeras medicinas utilizadas por el hombre para curarse de sus males y que, a fuerza de ensayos y errores, ese hombre igualmente aprendió a identificar las que curaban, pero también las que mataban.
Y es que hasta principios del siglo XX en nuestro continente las plantas medicinales eran parte de ritos y ceremonias realizadas para la cura de enfermedades. La llegada de la química hizo que la medicina tradicional pasara a un segundo plano.
No obstante esa práctica sigue viva, de hecho las tres investigaciones que ha realizado Gil Otaiza, en los andes venezolanos, así lo demuestran.

Entre suspicacias
Hace casi veinte años atrás, la percepción sobre el uso de plantas medicinales no era la misma de ahora. Muy bien se le podía llamar “brujos” a quienes se dedicaban a usarlas como alternativa médica. La cuestión ha cambiado y ahora abundan las publicaciones impresas y páginas en Internet sobre el tema. Pero ya Ricardo Gil Otaiza pasó ese trago amargo de proponer en su facultad un estudio para determinar que plantas medicinales usaban los merideños. Una especialización realizada en México, a mediado de los noventa, le dio luz para iniciar una ambiciosa investigación en la zona metropolitana de Mérida sobre el tema.
La propuesta incluía una metodología que hasta los momentos no había sido probada en la Facultad de Farmacia de la Universidad de los Andes, institución donde dicta clases desde hace 17 años. Se trataba de hacer encuestas para saber cuales eran las plantas medicinales que usaban los merideños y sobre todo para tipo de males las utilizaban.
La respuesta a esta aventura tuvo sus frutos en 1997 cuando salió a la luz pública un libro que recogía más de 150 plantas medicinales y que llamó: “Plantas Usuales en la Medicina Popular Venezolana” y que nació de la aplicación de unas mil quinientas encuestas.
Cuenta Gil Otaiza que las consultas se realizaron desde la Vuelta de Lola hasta La Parroquia, es decir se cubrió la ciudad de punta a punta. “el primer peldaño de la investigación consistía en ver cuales eran las plantas medicinales utilizadas, para que, que nombre tenían, como se preparaban, si tenían un ritual mágico religioso, etc. Una vez, con esta información, nos íbamos al laboratorio y hacíamos el examen fotoquímico para determinar si la planta encontrada contenía principios activos que avalaran el uso popular”. Explicó el investigador.
Este estudio, que duró más de dos años, arrojó que efectivamente el merideño usa las plantas medicinales, más de lo que se piensa. Según Gil Otaiza, los encuestados, todas personas mayores de 60 años, aseguraron que el aprendizaje sobre el uso, venía de generación en generación.
De acuerdo a lo contado por el especialista, el estudio nació de una ciudad que tiene una relación estrecha con su entorno, en donde fácilmente se puede encontrar una planta medicinal sembrada en un jardín de una casa, o en la calle y hasta en un tarantín del mismo mercado principal. “Se encontraron plantas que no se habían reportado como medicinales”.
Como resultado de esta investigación se editó en 1999 un breve diccionario de plantas medicinales, que vendría a ser ,algo así como, una segunda edición del primogénito libro.
Una mirada a lo mágico religioso
Una siguiente investigación llegó cinco años después, esta vez haciendo dupla con el ingeniero Juan Carmona. Acá se alejó del mundo citadino y se adentró en las comunidades campesinas. El municipio Sucre fue el centro de atención esta vez, específicamente las poblaciones de Lagunillas y San Juan.
Los tres años de investigaciones en esta zona le dieron otro libro como producto: Herbolario Tradicional Venezolano que se publicó en el 2003. Esta vez el aporte fue mayor, pues se realizó investigación donde se encontró que los campesinos, además de usar cantidades de plantas y hierbas para curar sus males, utilizan rituales mágicos religiosos para garantizar un mejor efecto. Aún cuando Otaiza aclara en el libro que estas son tradiciones, que en algunos casos no comparten, son grandes aportes a la investigación, de allí -dice- que no se puede desdeñar el hecho que una señora antes de tomarse una manzanilla, se haga la señal de la cruz o rece un Padre Nuestro. Más de cien plantas se dieron a conocer por esta zona
Tanto fue el éxito de este texto que el Consejo de Publicaciones de la ULA, patrocinante del libro, lanzó en el 2006 una nueva edición debido a su alta demanda no sólo en el país, sino fuera de nuestras fronteras.
Una revista científica de la ULA da referencias de una nueva búsqueda que se centró esta vez por los lados de Mesa de los Indios, una población ubicada en el municipio Campo Elías. Aún cuando está en planes publicarla como libro, esta experiencia recoge los legados indígenas en cuanto a plantas medicinales.
Lo que si está en proyecto, para ser iniciado muy pronto, es una amplia investigación en el Páramo merideño, donde según Gil Otaiza, se espera encontrar elementos totalmente contrapuestos a lo que se han hecho hasta ahora. El frío clima de esos lados enriquecerá parte de lo que a futuro se plantea como una gran enciclopedia que recoja las plantas medicinales de los Andes merideños.
Con todas estas indagaciones, el grupo de investigaciones del que forma parte Ricardo Gil Otaiza, tiene como fin recoger todas esas tradiciones que de generación en generación se han estado pasando. No sólo para salvaguardalas sino para difundirlas a las propias comunidades, que muchas veces no saben que en el patio de su casa pueden encontrar alguna solución a sus quebrantos de salud.


Reseña de un investigador de plantas


El nombre de Ricardo Gil es ampliamente conocido en Mérida, su vinculación con la Universidad de Los Andes es la razón primordial. Su periplo por el decanato de la Facultad de Farmacia y la conformación de un grupo de investigación de esa dependencia lo ratifican. No obstante fuera de su profesión de farmaceuta, de sus dos maestrías y dos doctorados, Gil Otaiza también es altamente conocido. Además de ser escritor, es crítico literario y articulistas de varios medios regionales y nacionales. Hasta ahora este hombre de 46 años ha escrito unos diez libros, sin incluir los especializados en plantas medicinales. Su última obra toma como actor primordial al patriarca del las letras merideñas: Don Tulio Febres Cordero de quien saca una labrada historia que ya empieza a sacar las mejores críticas. Entre algunas de sus publicaciones se destacan:
- Espacio Sin Límites (novela)
- Paraíso Olvidado ( cuento)
- El Otro Lado de la Pared (cuento)
- Corriente Profunda (poesía)
- Manual del Vencedor (poesía)
- Ser Felices por Siempre (Ensayo)
- La Universidad como Proyecto de Estado ( Ensayo académico)
- Perspectiva de la educación Superior Venezolana en un Mundo Globalizado(ensayo)



Ranking de ramitas

Gil Otaiza ha asegurado que las investigaciones que ha realizado apenas cubren un 7 por ciento de las plantas que existen o que pueden existir en el estado. Esto quiere decir que la riqueza en el área es más de lo que nos imaginamos. El éxito de las publicaciones radica en el lenguaje sencillo y ameno que se utiliza para explicar las bondades de plantas tan conocidas como el romero, la manzanilla o la hierbabuena. Pero llama poderosamente la atención como además puedes encontrar los usos y hasta los ritos religiosos que se utilizan en algunas curas. Pero hay plantas predilectas en la población, de allí que para este especialista existen cinco especies que se pueden catalogar como las más usadas dentro de la población y que coincidencialmente son las percibidas como las más milagrosas. Gil habló de cinco específicamente:
El primer lugar se la lleva la zábila, la cual sirve aparentemente para todo. En el libro Plantas Usuales en Medicina Popular Venezolana está recomendada, entre otras cosas, para tratar problemas digestivos, cicatrices manchas en la piel, diabetes, problemas renales, entre otra cantidad de patologías.
Un segundo puesto lo ocupa la manzanilla, a quien se le da el privilegio de curar problemas digestivos, resfriados, lechina, nervios, irritación ocular, diarrea, estrés …y pare de contar.
El tercer lugar lo ocupa el romero. Esta planta, según las indicaciones del libro se usa para atacar los resfriados, la hipertensión, inflamaciones, problemas renales, expectorante, y hasta para teñir el cabello.
Hay otra planta, que aun con un nombre nada común, asegura Gil Otaiza, que es muy buscada por los merideños. Se llama Bay-rum una especie apreciada por sus cualidades para aliviar las dolencias de extremidades y del cuello, así como dolores musculares. La quinta planta más buscada por sus propiedades curativas es la Ruda, la cual en sitios como Lagunillas, antes de usarla, se le pide permiso a la planta para quitar las ramas y se le encomienda la curación a Dios y a la Virgen. Sus propiedades curativas van desde solucionar problemas cardíacos, dolor de oído, dolor de cabeza, dolor de estómago, problemas circulatorios y sinusitis, entre otras.

Una sinfonía para la luz y el sonido




A este espacio le fue instalado un sistema que permite admirar más de doce millones de tonalidades que se proyectan en cuatro edificios y que se acoplan a distintas melodías.



Nilsa Gulfo
Fotos: Armando Sánchez


La Plaza Bolívar de Mérida fue durante mucho tiempo, casi trescientos años, el espacio urbano más importante de la ciudad. La Plaza Mayor, como se le llamó hasta comienzos del siglo XIX, dictó las pautas para la ubicación de los poderes públicos, eclesiásticos y hasta económicos. El lugar fue en su momento potrero, asentamiento de bestias, mercado y hasta plaza de toros. Así fue hasta 1895 cuando por decreto, y a raíz del traslado a Venezuela de los restos del Libertador Simón Bolívar, se decidió que todas las plazas principales de los pueblos y ciudades del país, le rendirían homenaje al Padre de la Patria.
Como cuenta el escritor Christian Páez Rivadeneira, en su libro La Plaza Mayor, el origen francés del modelo de plaza-jardín con el monumento centralizado , fue asumido por todos los países hispanos, después de concluido el período de la dominación española. Es allí cuando se vuelcan hacia la cultura neo-clásica francesa, de donde se toma el concepto de I`embellissement urbano.
Es ese estilo afrancesado, que combina con los cuatro edificios centrales con sus dotes neobarrocos, lo que la hace atractivo este espacio público, convertido en sitio de visita casi obligado, para quienes llegan a la ciudad.
Ahora la famosa Plaza Bolívar tiene un aditivo. Un sistema de iluminación único en el país y que forma todas las noches una sinfonía de luz y sonido. Este hermoso espectáculo se logró gracias a la instalación de de un sistema que utiliza una alta tecnología para irradiar, en los edificios más importantes del casco central, cantidad de colores que varían de acuerdo a cada pieza musical.

De varios lados


Iluminación de Estado Sólido (LEDs), es el nombre y según palabras del arquitecto Pablo Rodríguez como promotor de la obra, es un tipo de tecnología, que es la segunda vez que se utiliza en Latinoamérica. Perú fue el primer país en asimilar esta experiencia. La particularidad de este tipo de iluminación, además de emanar tonalidades que van desde el violeta, verdes, amarillos y lilas, entre otros, es su durabilidad y ahorro de energía.
El ensamblamiento de toda la estructura se hizo con aportes de varios países. Rodríguez describió como de Dinamarca se trajeron los tres robots o lámparas especiales que combinan los colores, de Australia vinieron los controladores del sonido, de Estados Unidos se trajo la iluminación especial que tiene la estatua ecuestre de El Libertador y de Canadá son los dispositivos de Iluminación en Estado Sólido.
Con respecto a la autoría del proyecto, financiado en su totalidad por la Gobernación del Estado Mérida, se trata del artista venezolano Duillo Passariello, quien se ha especializado en iluminación escenografica y ha trabajado en varios proyectos en Europa relacionados con la revitalizacion de ciudades, a través de el uso correcto del alumbrado público. En la actualidad se le reconoce altamente su participación en la iluminación de puentes en la ciudad de Dublín, Irlanda, con la misma técnica del LEDs.

Los beneficiados

La instalación de este sistema requirió un largo trabajo, de meses, en la estructura de la Plaza Bolívar. De hecho el piso, las fuentes, las bancas y otras áreas fueron remozadas por el proyecto, cuyo costo total bordeó los 1.8 millardos de bolívares.
Aún cuando el trabajo de transformación de la Plaza Bolívar se aprecia en el día, el espectáculo de luz y sonido se debe disfrutar en la noche. Mientras la hermosa Catedral de Mérida, el Palacio Arzobispal, el Museo Arquidiocesano y el Palacio de Gobierno van cambiando de tonalidades, por efectos de la luz, diferentes melodías van dando las señas para que la sensación sea más agradable.

Otros matices en Bailadores

La iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, ubicada en la población de Bailadores, fue la privilegiada en esto del sistema LEDs. Este lugar se convirtió en la primera experiencia en Venezuela. Con la misma tecnología y con los mismos elementos de los colocados en la Plaza Bolívar de Mérida, sólo que con la modestia del caso, este templo admira a los pobladores y visitantes todas la noches, cuando tras melodiosas notas musicales, proyecta cantidades de colores sobre la hermosa estructura. Este regalo vino específicamente a esta iglesia, porque muy pronto será elevada a Santuario Diocesano. La expectativa de las autoridades de la Corporación Merideña de Turismo (Cormetur) es que los turistas volteen más aún sus miradas a sitios como Bailadores.

DESCENDENCIA DE BRONCE Y MÁRMOL
















Por: Nilsa Gulfo
Foto: Armando Sánchez


A Manuel de la Fuente no le cuesta mucho aceptar que la escultura de la Loca Luz Caraballo es su preferida. La esculpió en bronce hace casi 40 años para darle vida e inmortalizar al personaje principal del poema de Andrés Eloy Blanco. Ella forma parte de la familia de esculturas que este artista tiene desplegada en varios sitios de este planeta. Para justificar esa predilección confiesa que la atracción no fue casual, le impactó la leyenda que hablaba de una madre a quien la locura le llegó luego que, por diversas circunstancias, perdió todos sus hijos.
Como esta, todas las esculturas de Manuel de la Fuente tienen su historia. Con esa amabilidad que lo caracteriza, las describe como si se tratara de una foto de un ser querido estampada en un álbum. Así lo hizo cuando habló de la obra que lo dio a conocer internacionalmente, como lo es La Virgen de la Paz, un monumento de 46 metros de altura, ubicado en el estado Trujillo. O cuando habla de la obra “el Parto del Huevo”, dedicada a Simón Bolívar y que se exhibe en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas.
Lo encontramos en su taller en El Valle, una esplendorosa mañana merideña. Dándole los toques finales a una obra que se levantará por los lados de la población de Santo Domingo, en la vía que conduce a Barinas. Sobre ella contó que se trata de la replica de un cristo que hace años realizó para la Catedral de Mérida. El Cristo de las Multitudes se llama y será una escultura de ocho metros. Patrocinada por la Alcaldía del Municipio Cardenal Quintero y por la Corporación Merideña de Turismo este será un mirador donde se observará gran parte de la grandeza del Páramo.

De larga travesía


El trayecto recorrido por el escultor ha sido largo. Empezó en Cádiz, su ciudad natal, donde nació hace 75 años y en donde a los 13 se convirtió el niño prodigio de la escultura al ganarse un premio. Un periódico de la época da muestra del incipiente talento. En esa misma ciudad española realiza estudios de escultura, dibujo e historia del arte y también obtiene la licenciatura en dibujo.
Su llegada a Venezuela fue con tarjeta de presentación, justo cuando empezaba a disfrutar los 27 años de edad. Llegó en 1957 como invitado a una exposición que se realizaba en la capital. Estando en Caracas vio un aviso en el diario El Universal donde se solicitaban escultores para realizar trabajos en la Catedral de Mérida.
Casualmente el aviso lo había colocado el famoso arquitecto Manuel Enrique Millán, el mismo que en la década de los 30, por disposición del Ministerio de Obras Públicas, se encargó de remodelar El Panteón Nacional. Millán estaba en Mérida y desde 1945 había empezado a trabajar en importantes edificaciones del centro de la ciudad, colocándole el sello neobarroco a cada una de ellas. La Catedral de Mérida significaba la fase final de este trabajo y se necesitaba un escultor que se encargara del Púlpito de esta iglesia, dibujar los ángeles que coronan a la Virgen y hacer algunas esculturas. Ese fue la entrada de Manuel de la Fuente a la vida cotidiana merideña.
Desde allí llovieron las oportunidades. Por encargo del Ejecutivo Regional realiza los bustos en bronce de los más destacados personajes de las letras merideñas, en el parque de los Escritores y esculpe las más importantes obras que se exhiben en la Universidad de Los Andes, sitio donde se desempeñó como profesor de dibujo y escultura, además de expresión gráfica y diseño. Se jubiló de la institución hace varios años.

Pasión bajo cuerda

Manuel de la Fuente asegura que no le hubiese gustado ser otra cosa que no fuera escultor. Además está claro que para serlo deben tenerse dos ingredientes: sensibilidad y talento para trabajar la materia. Ese don lo tienen desde que tiene uso de razón y no lo ha abandonado. Sin embargo su pasión por la tauromaquia no la esconde. En su taller podemos encontrar escenas de toreo que, en alguna oportunidad vivió en carne propia y, hasta muestra los carteles donde participó como torero. Muchas son las esculturas que ha hecho sobre el tema de la lidia o la muerte del toro, la muestra más fehaciente es el monumento que en España le hizo al famoso torero Francisco Rivera “Paquiri” en 1991. En Mérida se le conoce como conocedor del arte de la tauromaquia y, muy a menudo, participa como experto en la materia.

Sin olvidar la familia

En varias oportunidades de la Fuente dejó claro que las esculturas han sido para el como una gran familia. Es por ello que, más temprano que tarde, vuelve a visitarlas simplemente para ver como están. Lo hace a expensas de recibir un regaño por el abandono. “En estos días encontré una escultura que hice cuando llegue a Mérida. Era de un niño llamado Luisito, que pedía limosnas en el centro, la rescaté y me enamoré nuevamente de ella”. Así le pasa con las obras que están distribuidas a lo largo y ancho del país, las cuales visita cada vez que tiene oportunidad.
Pero tiene un propósito planteado desde hace largo rato. Su entrada a Mérida fue por el trabajo en la Catedral. En ella se centrará su atención, a propósito de sus 50 años viviendo en La Ciudad de Los Caballeros. Casualmente coinciden con los 50 años de la remodelación de este hermoso lugar. Es por ello que se ha propuesto diseñar una puerta para la Catedral que, según afirma, debe estar acorde con la majestuosidad que se nota internamente. Ya está trabajando en el diseño alegórico al Nuevo Testamento. Es decir que de esta fuente seguirá brotando mármol y bronce convertidos en descendencia de la que nunca se podrá separar.


El precio del talento


El talento de Manuel de la Fuente hace rato traspasó las fronteras. Sus obras lo han hecho viajar por partes del mundo que nunca pensó visitar. Su participación en centenares de exposiciones y sus esculturas de bronce y mármol, que pasan ya un centenar, lo han colocado en la silla número de la Academia de Mérida, hizo que la UNESCO lo llamara para diseñar la medalla conmemorativa del premio Simón Bolívar, merecedor de premios tan importantes como la Bienal de Escultura del Museo Francisco Narváez en Porlamar, entre otros muchos.
Recuerda con especial interés un viaje, que por invitación, realizó a Irák hace algunos años y en donde fue recibido por el propio presidente Saddan Hussein. De ese viaje todavía conserva un reloj de pulsera que le obsequió el mandatario, donde resalta, de fondo, el rostro del extinto mandatario.
Por ahora le está susurrando una oferta que, aún cuando está en anteproyecto, lo tiene trabajando el tema religioso, que por lo demás ha sido extensamente asumido en sus creaciones. Se trata de un homenaje a la patrona de los orientales: La Virgen del Valle y que por ahora sólo lo ha llamado “El Faro de la Fe”.