viernes, 18 de enero de 2008

DESCENDENCIA DE BRONCE Y MÁRMOL
















Por: Nilsa Gulfo
Foto: Armando Sánchez


A Manuel de la Fuente no le cuesta mucho aceptar que la escultura de la Loca Luz Caraballo es su preferida. La esculpió en bronce hace casi 40 años para darle vida e inmortalizar al personaje principal del poema de Andrés Eloy Blanco. Ella forma parte de la familia de esculturas que este artista tiene desplegada en varios sitios de este planeta. Para justificar esa predilección confiesa que la atracción no fue casual, le impactó la leyenda que hablaba de una madre a quien la locura le llegó luego que, por diversas circunstancias, perdió todos sus hijos.
Como esta, todas las esculturas de Manuel de la Fuente tienen su historia. Con esa amabilidad que lo caracteriza, las describe como si se tratara de una foto de un ser querido estampada en un álbum. Así lo hizo cuando habló de la obra que lo dio a conocer internacionalmente, como lo es La Virgen de la Paz, un monumento de 46 metros de altura, ubicado en el estado Trujillo. O cuando habla de la obra “el Parto del Huevo”, dedicada a Simón Bolívar y que se exhibe en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas.
Lo encontramos en su taller en El Valle, una esplendorosa mañana merideña. Dándole los toques finales a una obra que se levantará por los lados de la población de Santo Domingo, en la vía que conduce a Barinas. Sobre ella contó que se trata de la replica de un cristo que hace años realizó para la Catedral de Mérida. El Cristo de las Multitudes se llama y será una escultura de ocho metros. Patrocinada por la Alcaldía del Municipio Cardenal Quintero y por la Corporación Merideña de Turismo este será un mirador donde se observará gran parte de la grandeza del Páramo.

De larga travesía


El trayecto recorrido por el escultor ha sido largo. Empezó en Cádiz, su ciudad natal, donde nació hace 75 años y en donde a los 13 se convirtió el niño prodigio de la escultura al ganarse un premio. Un periódico de la época da muestra del incipiente talento. En esa misma ciudad española realiza estudios de escultura, dibujo e historia del arte y también obtiene la licenciatura en dibujo.
Su llegada a Venezuela fue con tarjeta de presentación, justo cuando empezaba a disfrutar los 27 años de edad. Llegó en 1957 como invitado a una exposición que se realizaba en la capital. Estando en Caracas vio un aviso en el diario El Universal donde se solicitaban escultores para realizar trabajos en la Catedral de Mérida.
Casualmente el aviso lo había colocado el famoso arquitecto Manuel Enrique Millán, el mismo que en la década de los 30, por disposición del Ministerio de Obras Públicas, se encargó de remodelar El Panteón Nacional. Millán estaba en Mérida y desde 1945 había empezado a trabajar en importantes edificaciones del centro de la ciudad, colocándole el sello neobarroco a cada una de ellas. La Catedral de Mérida significaba la fase final de este trabajo y se necesitaba un escultor que se encargara del Púlpito de esta iglesia, dibujar los ángeles que coronan a la Virgen y hacer algunas esculturas. Ese fue la entrada de Manuel de la Fuente a la vida cotidiana merideña.
Desde allí llovieron las oportunidades. Por encargo del Ejecutivo Regional realiza los bustos en bronce de los más destacados personajes de las letras merideñas, en el parque de los Escritores y esculpe las más importantes obras que se exhiben en la Universidad de Los Andes, sitio donde se desempeñó como profesor de dibujo y escultura, además de expresión gráfica y diseño. Se jubiló de la institución hace varios años.

Pasión bajo cuerda

Manuel de la Fuente asegura que no le hubiese gustado ser otra cosa que no fuera escultor. Además está claro que para serlo deben tenerse dos ingredientes: sensibilidad y talento para trabajar la materia. Ese don lo tienen desde que tiene uso de razón y no lo ha abandonado. Sin embargo su pasión por la tauromaquia no la esconde. En su taller podemos encontrar escenas de toreo que, en alguna oportunidad vivió en carne propia y, hasta muestra los carteles donde participó como torero. Muchas son las esculturas que ha hecho sobre el tema de la lidia o la muerte del toro, la muestra más fehaciente es el monumento que en España le hizo al famoso torero Francisco Rivera “Paquiri” en 1991. En Mérida se le conoce como conocedor del arte de la tauromaquia y, muy a menudo, participa como experto en la materia.

Sin olvidar la familia

En varias oportunidades de la Fuente dejó claro que las esculturas han sido para el como una gran familia. Es por ello que, más temprano que tarde, vuelve a visitarlas simplemente para ver como están. Lo hace a expensas de recibir un regaño por el abandono. “En estos días encontré una escultura que hice cuando llegue a Mérida. Era de un niño llamado Luisito, que pedía limosnas en el centro, la rescaté y me enamoré nuevamente de ella”. Así le pasa con las obras que están distribuidas a lo largo y ancho del país, las cuales visita cada vez que tiene oportunidad.
Pero tiene un propósito planteado desde hace largo rato. Su entrada a Mérida fue por el trabajo en la Catedral. En ella se centrará su atención, a propósito de sus 50 años viviendo en La Ciudad de Los Caballeros. Casualmente coinciden con los 50 años de la remodelación de este hermoso lugar. Es por ello que se ha propuesto diseñar una puerta para la Catedral que, según afirma, debe estar acorde con la majestuosidad que se nota internamente. Ya está trabajando en el diseño alegórico al Nuevo Testamento. Es decir que de esta fuente seguirá brotando mármol y bronce convertidos en descendencia de la que nunca se podrá separar.


El precio del talento


El talento de Manuel de la Fuente hace rato traspasó las fronteras. Sus obras lo han hecho viajar por partes del mundo que nunca pensó visitar. Su participación en centenares de exposiciones y sus esculturas de bronce y mármol, que pasan ya un centenar, lo han colocado en la silla número de la Academia de Mérida, hizo que la UNESCO lo llamara para diseñar la medalla conmemorativa del premio Simón Bolívar, merecedor de premios tan importantes como la Bienal de Escultura del Museo Francisco Narváez en Porlamar, entre otros muchos.
Recuerda con especial interés un viaje, que por invitación, realizó a Irák hace algunos años y en donde fue recibido por el propio presidente Saddan Hussein. De ese viaje todavía conserva un reloj de pulsera que le obsequió el mandatario, donde resalta, de fondo, el rostro del extinto mandatario.
Por ahora le está susurrando una oferta que, aún cuando está en anteproyecto, lo tiene trabajando el tema religioso, que por lo demás ha sido extensamente asumido en sus creaciones. Se trata de un homenaje a la patrona de los orientales: La Virgen del Valle y que por ahora sólo lo ha llamado “El Faro de la Fe”.

1 comentario:

YOLY TORRES dijo...

Excelente reportaje, rememore cada momento vivido a lo largo de veintiún años que compartí en su taller. Al titular "descendencia de bronce y mármol" es haber percibido la vida que el maestro dio a cada una de sus obras, a veces solo tomaba un trozo de barro, lo apretaba y allí dejaba su energía, su pasión.... su vida.